«Tengo 37 años y un día me quise ver mejor físicamente. Por ahí empezó la cosa», así arranca Gloria Madero la explicación del porqué de su vuelta a la competición. Son las cuatro y media de la tarde, apenas han transcurrido 24 horas de su primera victoria en esta versión 2.0 de su carrera como jockey profesional. Atrás quedan los 1887 días que separan su adiós, el 3 de noviembre de 2016 en Dos Hermanas, de su vuelta, el 3 de enero de 2022 en Pau, para reencontrarse, cinco días después, con el recinto de ganadores en la que solo ha sido su segunda salida a la pista.
«Dejé de montar con muchísima pena y es algo que siempre me ha encantado. Yo me veía por las mañanas, aún estaba pesada, y me gustaba como lo hacía. La gente que me quiere y aprecia me habla también muy bien de como monto a caballo porque aunque lo hagas bien te cuesta creerlo, pero poco a poco vi que la vida me había cambiado. De repente me fui notando mejor e Ingrid, la mujer de Roberto Montenegro, me decía que iba a volver a montar en carreras. Yo, por dentro, sabía que era lo que quería. Y al final, me cuidé, me cuidé, me cuidé… y cuando ya pensé que estaba lista le pregunté a Roberto (Montenegro) qué le parecía porque le doy prioridad a mi trabajo con él. O lo hacía ahora o no lo hacía ya nunca más», añade la catalana, que ha dejado atrás un año en el que perdió a uno de los pilares de su vida, su madre, Joaquina o ‘Kuqui’ como la llamaban sus amigos. «Las personas, ante la adversidad, pueden optar por el camino al que te lleva la tristeza y el desánimo o sacar fuerzas de flaqueza y tratar de reponerse. Yo me decanté por lo segundo».
El de su madre no ha sido el único revés que ha sufrido recientemente Madero que también perdió a su principal valedor, José Manuel García, propietario de la cuadra Alisares, al que consideraba parte de su familia y que depositó toda su confianza en ella cuando inició su etapa como preparadora en 2018, labor que abandonó en 2020. «Al morir José Manuel tomé la decisión de quedarme aquí, en Mont-de-Marsan, con Roberto Montenegro, algo que agradezco enormemente. Todo el cariño y el esfuerzo que hemos puesto en mi persona tras tomar la decisión de volver a montar se vieron recompensados con esta victoria, de ahí el sentimiento de orgullo. Ojalá lo pudiera ver mi madre, pero mi padre, que está conmigo, sé que estaba como yo, súper emocionado, al igual que toda la gente que me quiere mucho».
Pese a que Gloria siempre tuvo claro que su ilusión era volver, la jinete española con más triunfos, tanto en nuestro país como en Francia, preguntó a tres personas muy especiales para ella: «Mi padre, al que sabía que le iba a producir una gran ilusión; Miguel Alonso, que es como un segundo padre para mí y es un hombre muy crítico y muy exigente, que él lo considerara algo genial fue un gran estímulo, y luego a Roberto Montenegro, que es mi jefe. Lo último que quería es que esto supusiera un problema, y nada más lejos de la realidad, le pareció hasta ilusionante para él mismo, algo que me emocionó. Su mujer ha sido un gran apoyo, es casi como un manager para mí. La gente de mi alrededor también ha tenido un papel importante en mi decisión, Graciela Rodríguez, mi equipo de antes, los hijos de José Manuel García, todos ellos saben lo mal que lo pasé este último año. Necesitaba ese empujón de la gente que me quiere».
Ganadora de más de 130 carreras en España y Francia, su regreso a la competición se produjo con el maiden de tres años Cornyeu (Kheleyf), entrenado por Roberto Carlos Montenegro, con el que terminó novena en el hipódromo de Pau. El triunfo, aunque a ella le hubiera hecho especial ilusión que llegara de su mano, solo se hizo esperar unos días y llegó, en el mismo hipódromo, con Code Of Silence (Charm Spirit), preparado por Luis Alberto Urbano. «Como me dijo alguien que me quiere mucho, solo verme en el partant ya era un orgullo. Lo de este sábado fue algo espectacular. Este oficio tiene eso, necesitas esos golpes de suerte, que en mi segunda oportunidad me llegue una monta como esta… Fue una suerte contar con un caballo como el de Luis (Urbano), unas órdenes como las que me dio, las disfruté muchísimo, y darme cuenta que mi cabeza está bien para afrontar cualquier situación en carreras otra vez. Disfruté como hace mucho tiempo que no lo hacía. Fue todo un revoltijo de emociones», recuerda antes de que le preguntemos por cómo vivió la prueba. «No quería que me sorprendiera el ritmo de carrera porque hace mucho tiempo que no competía. El cajón no era el ideal, pero no era algo que me preocupara en exceso, ya que el caballo era ganador en 1400 en Dax, lo que no me podía permitir era salir mal. El 50% de la carrera se definió en la salida. Arranqué fuerte porque prefería ponerme delante que quedarme en una mala posición. Luis me pidió que lo intentara tapar, me explicó muy bien donde le gusta recoger los caballos, que le den un respiro, y me cuadró perfecto que en el momento en el que pude encontrar un culo es justo cuando noté que el caballo se infló, tal y como me dijo Luis. Vi un momento en el que apretaron a la salida de la curva y aproveché para intentar poner mi cabeza al estribo de otro rival y llenarme un poco de caballo, a la vez que intentaba recortar esos metros. Cuando lo armé un poco y vi que cambió de mano me di cuenta que era mía y ya en los últimos metros pensé que no me la quitaran porque de reojo vi que venían dos. En ese momento pensaba por dentro: no te descompongas, sigue, sigue, sigue… Fue una victoria muy especial».
Madero dice ser consciente de que en la vida todo le había salido con mucha más facilidad y que esta es la primera vez que aprecia de verdad lo que es este oficio si quieres tratar de conseguir algo por ti mismo. Por eso, con el poso que le ha dejado la experiencia, no se traza metas y huye de las comparaciones. «Obviamente, todos evolucionamos, aunque por el camino nos dejemos cosas. No tienes todo lo que conlleva la juventud, pero a cambio el hecho de haber sido entrenadora, todas las experiencias vividas… Creo que soy diferente, ¿mejor o peor? es algo que aún está por verse, pero personalmente me siento mucho mejor. ¿Qué meta tengo? disfrutar lo más que pueda. Mi máxima ambición es ser feliz y sentirme bien. He hecho esto por y para mí».
Fotografía: Hipódromo de Pau